Antonio Raba Cantera: “Ví a mi tía aparecer por la calle Guevara como una diosa del fuego, rodeada de chispas por todas partes”

Autor desconocido. Incendio de Santander. Plaza de las Escuelas y calle de Carvajal (desaparecidas), 1941, Colección Víctor del Campo Cruz, Centro de Documentación de la Imagen de Santander, CDIS, Ayuntamiento de Santander
Antonio Raba Cantera (85 años) tenía 10 años cuando se produjo el gran Incendio de Santander y, aunque sólo era un niño, tiene algunas imágenes grabadas en la memoria que dice que no se le olvidarán nunca. Estos son los recuerdos que ha compartido en el Taller de la Memoria organizado por el Centro de Documentación de la Imagen de Santander:
Antonio vivía con sus padres en la calle Alonso Ercilla, que está detrás de los Jesuitas. Su padre trabajaba en la Electra de Viesgo, que se mantuvo en pie a pesar del Incendio.
La noche del 15 de febrero de 1941, él se había ido pronto a la cama, pero se despertó por todo el jaleo que había en la escalera. Afortunadamente, vivían en un edificio de construcción moderna de hormigón y acero, pero las llamas intentaban colarse por las ventanas. Todos los vecinos se habían movilizado y cada uno con su cubo de agua intentaba apagar las persianas y los marcos de las ventanas que eran de madera y ardían. Gracias a eso no se produjo ningún incendio en la casa.
Antonio miró por la ventana al despertarse y vio como una nevada de chispas de fuego. Esas chispas perforaban la cubierta de chapas de zinc que cubría su terraza.
Una de las imágenes que tiene más claramente gravadas en su mente es la de ver llegar a su tía. Ella vivía en San Fernando, pero se acercó a su casa de madrugada para ver si les había pasado algo. Antonio dice que, a sus 10 años, la vio aparecer por la calle Guevara como una diosa del fuego, rodeada de chispas por todas partes, y aún hoy no sabe por dónde atravesó la línea de fuego, porque según recuerda todo estaba ardiendo.
Después del Incendio, recuerda que había un olor terrible a chamusquina que duró varios días. Con la demolición de todos los edificios quemados, para Antonio también se perdieron muchos de los recuerdos que tenía de las calles, a medida que se reconstruía de la ciudad. Para él, Santander pasó de ser un pueblo grande, a una ciudad con unos grandes servicios. Eso sí, después de vivir entre los escombros unos tres o cuatro años, según él recuerda.