María Dolores Jiménez Gómez: “Cuando me asomaba a la ventana veía el cielo ondeando en diferentes colores”

María Dolores Jiménez Gómez es una ex maestra de 80 años. Cuando Santander se incendió era una niña de 5. Participa en el Taller de La Memoria realizado por el Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS).  Recuerda cómo podía observar el Incendio tras las ventanas de su casa, cerca del Ayuntamiento.

EL DÍA DEL INCENDIO DE SANTANDER

La misma mañana del Incendio, el 15 de febrero de 1941 mi padre recién llegado a casa, nos avisó a mi madre y a mí de lo que estaba ocurriendo. Decía que iba a haber un huracán.

MariaDolores_IncendioCuando esto pasó, mi padre había sido ascendido en su puesto de trabajo y toda la familia nos habíamos trasladado a una casa cerca del Ayuntamiento. Por eso, pudimos ver en primera fila como se desarrolló el Incendio. La casa de mis padres daba a uno de los patios del Ayuntamiento.

El día del Incendió de Santander, recuerdo cómo mi madre y yo íbamos a por leche a la calle Cádiz. Mi padre, de nuevo, volvió a advertirnos del peligro del viento y nos pidió que lo hiciéramos rápido.

Al llegar a casa, mi padre nos dijo que había que cerrar todas las ventanas y contraventanas claveteándolas porque se acercaba un huracán.  Por la rendija que quedaba entre las contraventanas, era por donde él podía ver todo lo que estaba sucediendo.

Por la noche, mi padre nos contó que en la calle Cádiz se estaba quemando una chimenea. Y al poco tiempo, sentimos cómo las campanas empezaban a sonar. Mi madre decía que muy mal tenía que estar la cosa cuando las campanas sonaban de aquella manera tan arrebatadora.

El cielo cada vez era más naranja, las chispas no dejaban de pasar volando con el viento. De repente, oímos un estruendo muy grande porque los edificios quemados se estaban viniendo abajo. Cada estruendo que había, producía más chispas y pasaban trozos de tela y maderos ardiendo por el aire.

Las cocinas eran sinónimo de miedo aquel día. En mi casa, entraba mucha luz debido al reflejo del fuego que entraba por las ventanas que no estaban cerradas con las contraventanas. Tuvimos que apagar la cocina por temor a que salieran chispas y llamamos a los bomberos para que acudieran al Ayuntamiento.

La imagen que más tengo grabada en mi cabeza es la de asomarme a la ventana y ver el cielo ondeando en diferentes colores. También recuerdo ver a los bomberos con las mangueras dando agua a todo el tejado del Ayuntamiento durante toda la noche. Sabía que estaba pasando eso porque veía las sombras de los propios bomberos.

En aquellos años, todos los cables iban por fuera. En la parte frontal del Ayuntamiento empezaron a hacer chispas a causa del viento por lo que se prendió fuego uno de ellos.

Las campanas seguían doblando y de repente dejaron de oírse las grandonas. Subió mi padre y nos dijo que la de Catedral se había caído. Pero seguían sonando las de la Iglesia de la Compañía, las del Cristo y los Jesuitas.

Recuerdo cómo aquella noche no quería irme a dormir. Quería enterarme de todo lo que estaba pasando.

Joaquín Araúna. Incendio de Santander. Vista de la calle Santa Clara, 1941, Fondo Joaquín y José Luis Araúna, Centro de Documentación de la Imagen de Santander, CDIS, Ayuntamiento de Santander.

DESPUES DEL INCENDIO

Al día siguiente, recorrí con mi padre todo lo que se podía ver de la ciudad.  Pasamos de ver calles oscuras a ver calles con mucha luz por la falta de los edificios que se habían quemado o fueron detonados.

Los días posteriores no se podían encender las cocinas y el infiernillo que teníamos era demasiado pequeño para tanta gente. Entonces, nos hicimos de unos cubos de latón que agujereamos para atravesar con hierros y así hacer una especie de parrilla, en la que se estuvo guisando los días que no se pudo encender la lumbre.

Recuerdo como un mes después seguía paseando con mi padre por la ciudad y en las viviendas que daban a la Casa del Sepi (antiguo mercado en la calle San Francisco) salía todavía humo. Después de aquello, también vi cómo tiraban la casa que fue el Hotel Rex, al que llamaban Re 10. Enfrente estaba la casa Ubierna, que fue la única que quedó en pie, ya que los bomberos la habían estado echando agua toda la noche del Incendio.

El primer edificio que se reconstruyó fue La Polar, después La Equitativa donde se produjo un accidente y se mataron el arquitecto y otro trabajador al caerse el montacargas en el que iban.

En la calle, la gente decía que los exvotos para la Virgen del Perpetuo Socorro se habían derretido.  La reconstrucción fue rápida, pero a la vez se nos hizo un proceso muy lento. Para poder llevarla a cabo, tuvieron que desmontar desde Ruamayor hasta la Catedral.

Cuando se reconstruyó la calle Lealtad, me acuerdo de un domingo después de misa cuando iba a por los folletos de cine para mi hermana, decidí pasar por esa calle, pero era un barrizal y uno de mis zapatos se quedó metido en el barro.

Se colocaron barracones para los comercios por todos los sitios de la ciudad. Recuerdo la librería Moderna, que estaba hecha de madera, donde se compraban los libros de inglés y de francés.

Al lado de mi casa había tres filas paralelas de barracones, y otra fila más tapando la calle que iba desde la guardia municipal hasta Isabel II. En estos barracones se colocaron Pérez del Molino, muebles Berezo, tiendas de ropa, El Escritorio, el Botín de Oro, la ferretería de Fermín Sánchez, Samot, Daniel Sainz, muebles Madrazo, el Pavo Real, una tienda de lámparas que después se trasladó a la calle Camilo Alonso Vega, el Rey de los Guantes…

Después del Incendio, mis padres me mandaron a casa de mi tía, que vivía en Cazoña.

Yo seguí con mi vida, años más tarde estudié Magisterio. Esa carrera la terminé sin tener la edad por lo que tuve que recibir una especie de justificante de que la carrera había sido finalizada.

Estuve trabajando en una escuela de la Abadilla de Cayón durante tres meses, tambíén en Somo. Desde los 22 años estuve trabajando en una academia llamada Montes de Neira, lugar que tuve que abandonar durante un tiempo al dar a luz a mi hijo.

José Luis Araúna: “Yo ya tenía 11 años y esas cosas tan fuertes no se te olvidan”

José Luis tenía 11 años cuando se desató el incendio que arrasó el centro de Santander en el año 1941. En este vídeo, fruto del Taller de La Memoria realizado por el Centro de Documentación de la imagen de Santander (CDIS), recuerda cómo fueron las obras previas al Incendio, cómo su padre, que era fotógrafo, salió a hacer las imágenes que posteriormente se convertirían en testimonio gráfico indispensable de ese gran suceso, y cómo finalmente tuvieron que desalojar su vivienda y recogerse en la casa Consistorial, al igual que muchos otros damnificados. Los recuerdos de José Luis están ilustrados con algunas de esas fotografías realizadas por su padre, Joaquín Araúna.

El CDIS continúa cosechando testimonios de los testigos del Incendio

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La pintora Gloria Torner, que vivió el Incendio con 6 años, acompañada de su hermana Ana

El Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS) continúa documentando la memoria del Incendio de 1941 gracias a la ayuda de los vecinos que fueron testigos de este suceso siendo niños. Muy pronto algunos de esos testimonios estarán disponibles para su visionado en esta página web.

Gracias a la actividad ‘El Taller de la Memoria’, en la que ya han participado más de diez personas, se recopilan los testimonios de los testigos de la época que vivieron el Incendio en primera persona o de los ciudadanos que guardan el recuerdo de sus mayores, que les contaron lo ocurrido, y quieren compartirlo con los demás.
Los interesados en participar pueden solicitar una entrevista personal a través del teléfono 942203030 ext.1 o en el e-mail cdis@ayto-santander.es. Las entrevistas se desarrollarán en las instalaciones del Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS) en horario de mañana, entre las 10.00 y 13.00 horas.